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Foto del escritorchomin alonso

Quita ese futbolín de mi vista





Hace unos días una fotografía en la prensa daba fe de que todavía perduran los futbolines y los toboganes en el interior de alguna empresa. Fue un descubrimiento. Sentí que me encontraba ante un resto arqueológico: una NO OFICINAS del primer Silicon Valley.


Fue una sorpresa incomoda, similar a la de un arqueólogo rescatando la muñeca con la que jugo una niña en Pompeya antes que el volcán explotara.


¡Claro que nadie se atreve a tirar la tacita que le regalo su abuela por muy mal que quede en la cocina minimalista! Pero hay que tirarla, desprenderse de ella, liberarse de es historia a la que estás atado o de lo contrario empezaras a envejecer y aunque duela morir.


El futbolín, y mucho más el tobogán y otras pamplinadas y zarandajas, que perduran en las empresas, desvelan lo antiguas y carcamales que son, las personas que las gobiernan.


Las empresas se han convertido en gabinetes psicológicos y de autoayuda, en las que predominan las quejas y los lápices de colores. Bartleby, un tipo cansado egoísta e insufrible, estaría feliz.


Las empresas están creando un ecosistema para vagos.


Claro que entiendo la preocupación por el futuro de numerosos directivos y el deseo de Mario Draghi por la innovación para que Europa no reserve plaza en una residencia de ancianos. 


Espero que su plan de innovación no tenga una partida para comprar futbolines.

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